El trastorno afectivo estacional es un cuadro depresivo asociado con las condiciones climatológicas; en concreto, con las estaciones del año. Algunos enfermos lo padecen año tras año. Te explicamos en qué consiste.
Hace muchos años, la empresa en la que yo trabajaba, trasladó a una chica joven de Valencia a trabajar a Bilbao. Era la primera vez que salía de su casa. Vino a reforzar la delegación de la compañía en el País Vasco, que llevaba poco tiempo abierta.
En la oficina de Bilbao éramos pocas personas, pero había un ambiente agradable de trabajo. Reinaba el compañerismo. Después de la jornada laboral acostumbrábamos salir todos juntos a tomar unos cacharros por el casco viejo, así le dicen por allí a tomar unas cervezas con los amigos.
Llegó a mediados de noviembre. Aquel fue un otoño lluvioso. El cielo estaba encapotado la mayor parte del día y el chirimiri cubría las calles como si fuera una cortina. La chica, alegre y jovial en un principio, fue borrando la simpatía de su rostro semana tras semana.
En la oficina estábamos preocupados por ella. Pensamos que aquella tristeza, que le llegó a dificultar su trabajo de atención al público y que en los días finales hizo que se ausentara de la oficina, se debía a su juventud y a su lejanía de la familia.
Quizás aquello tenía algo que ver, pero el hecho de no ver la luz del sol, al menos como estaba acostumbrada a verla en Valencia, la estaba sumiendo poco a poco en la depresión. La chica regresó a su ciudad y con el tiempo me enteré de que fue diagnosticada de trastorno afectivo estacional.
Por lo que he leído en algunos artículos, los casos más habituales de este trastorno se dan a finales de otoño y desaparecen llegada la primavera. No están relacionados con la llegada del frío, sino con la reducción e intensidad de las horas de sol que se suele dar en invierno. En la mayor parte de los casos, el trastorno se repite con regularidad.
Los psicólogos de Haya, un gabinete de psicología multidisciplinar de Getafe (Madrid) con una trayectoria de más de 20 años, opinan que cuando una sintomatología persiste en el tiempo es recomendable buscar ayuda profesional. El trastorno afectivo estacional entra en esta definición. Veamos más en profundidad en qué consiste.
¿Qué es?
La revista de difusión médica Medline Plus define este trastorno como un tipo de depresión que va y viene con las estaciones. El cuadro más habitual se da en invierno. Aparece a finales del otoño y comienzos del invierno y desaparece ya entrada la primavera. Sus síntomas son parecidos a los de cualquier depresión:
- Tristeza profunda.
- Perspectiva sombría.
- Sentimientos de desesperanza y pesimismo.
- Irritabilidad y malhumor.
- Pérdida de interés por las actividades con las que antes se solía disfrutar.
- Poca energía.
- Dificultad para dormir o dormir en exceso.
- Ingesta compulsiva de carbohidratos.
- Impulsos suicidas.
El trastorno afectivo estacional se da más en mujeres que en hombres. Y más en personas jóvenes que en personas mayores. Es más frecuente en latitudes alejadas de la línea del ecuador y puede aparecer en personas que padecen otros tipos de trastornos depresivos o que alguno de sus familiares sufre depresión.
A ciencia cierta no se sabe la causa de este trastorno. Lo que sí se conoce es que existen condicionantes físicos, más concretamente climatológicos, que influyen en su desarrollo.
Los investigadores han descubierto que gran parte de los enfermos suelen tener un desequilibrio de serotonina. Una sustancia química presente en el cerebro que afecta al estado de ánimo. También es frecuente que sus cuerpos produzcan un exceso de serotonina, una hormona que regula el sueño. Además, es frecuente que presenten déficit de vitamina D.
Estamos, por tanto, ante un desarreglo hormonal influido por las condiciones climatológicas. Aunque como sucede con muchas enfermedades mentales consideradas multicausales, el diagnóstico no se puede reducir a estas circunstancias.
Menos frecuente, aunque también existe, es el patrón de verano. Personas que padecen este trastorno entre los meses de junio y septiembre. En estos casos, el afectado suele tener insomnio, pérdida de apetito, se siente inquieto y agitado la mayor parte del día, padece ataques frecuentes de ansiedad y suele tener un comportamiento violento y agresivo.
¿Cómo se trata?
Para diagnosticar este trastorno se suele tener en cuenta que la persona lo haya sufrido al menos durante dos años consecutivos. Ya sea en invierno o en verano. Los enfermos de este trastorno no tienen por qué sufrirlos todos los años, pero sí es frecuente que los episodios de depresión se den en la misma época del año. Digamos que es una enfermedad crónica e intermitente.
Como en su desarrollo influyen condicionantes climatológicos, el tratamiento no es el mismo que el de una depresión corriente. Es decir, no se trata exclusivamente con antidepresivos.
El tratamiento más utilizado es la fototerapia. Sustituir la falta de luz solar por luz artificial. El paciente se sienta cada mañana ante una caja de fototerapia para exponerse diariamente a la luz artificial brillante. También es frecuente recetar suplementos de vitamina D.
La revista científica norteamericana The Journal of Clinical Psychiatry recogió un estudio que ponía de manifiesto como la exposición de enfermos de trastorno afectivo estacional a una ionización negativa del aire de alta intensidad conseguía atenuar los síntomas. La ionización negativa del aire es un sistema mecánico con el cual el aire ambiental se carga de iones negativos, que aportan una mayor vitalidad al organismo.
Casi la mitad de los enfermos de este trastorno no responden únicamente a los tratamientos físicos (fototerapia, vitamina D, ionización del aire), por lo que el tratamiento se ha de combinar con medicación y con terapia.
Respecto a la medicación, lo habitual es recetar inhibidores selectivos de la recaptación de la seratonina (I.S.R.S.), fármacos antidepresivos que alteran el estado de ánimo de las personas. Estos medicamentos modifican la forma en la que el cerebro produce y utiliza determinadas sustancias químicas relacionadas con el estado de ánimo y el estrés.
La medicación en psiquiatría suele tardar 4 semanas en hacer efecto y es necesario que el psiquiatra vaya ajustándola hasta dar con la dosis y la combinación adecuada.
El otro complemento que se suele utilizar para tratar este trastorno es la psicoterapia, también conocida como terapia del diálogo.
La terapia cognitivo-conductual, que es una terapia psicológica que ayuda a las personas a cambiar y desafiar pensamientos negativos que contribuyen al desarrollo de la depresión y la ansiedad, se ha adaptado a este trastorno en concreto.
El tratamiento terapéutico se suele llevar a cabo en dos sesiones de grupo semanales durante 6 semanas aproximadamente. En ese tiempo se ayuda al enfermo a identificar y sustituir los pensamientos negativos asociados con la estación del año que influye en su depresión, por otros pensamientos positivos. Así como la realización de actividades que logren activarle física y mentalmente.
El cambio climático y la salud mental.
El observatorio europeo sobre salud y clima A.D.A.P.T. publica un artículo interesante en su web en el que relaciona el cambio climático con la salud mental. De entrada comienza evidenciando el poco interés que prestan los gobiernos a esta relación. Si bien se han analizado las repercusiones del cambio climático en la salud física de las comunidades y en la economía, lo cierto es que se han destinado pocos recursos en investigar como el cambio climático está afectando a la salud mental.
En el 2018, la Organización Mundial de la Salud (O.M.S.) ya predijo que el cambio climático empeoraría los resultados de salud mental en todo el mundo; en especial, en las personas y colectivos más vulnerables.
Según la O.M.S. este empeoramiento se da por dos vías: los fenómenos meteorológicos extremos y las temperaturas extremas.
En cuanto a los fenómenos meteorológicos extremos, como las inundaciones, la sequía persistente o efectos derivados como los incendios forestales devastadores, el deterioro de la salud mental se manifiesta por medio de Trastorno de Ansiedad Post-Traumático, trastornos de ansiedad y trastornos de depresión.
Estos trastornos aparecen de media entre 6 meses y un año después de haber sufrido la catástrofe. Cuando la mente ha superado el impacto inicial. Entre 1998 y el 2018 se estima que en Europa puede haber cerca de 10 millones de personas que han sufrido trastornos mentales derivados de una catástrofe meteorológica.
El aumento de las temperaturas relacionado con el cambio climático influye en la salud mental. Las olas de calor se asocian con cambios de ánimo y de comportamiento que se dan en la colectividad, como el aumento de la agresividad y de la irritabilidad. Se han encontrado vínculos entre las altas temperaturas y el riesgo de suicidio. Especialmente en hombres de mediana edad.
El grupo más vulnerable al aumento de las temperaturas son las personas con problemas mentales preexistentes, donde estas condiciones climatológicas pueden causar un agravamiento de sus enfermedades, el desarrollo de angustia psicológica y el aumento de impulsos suicidas.
Como vemos, las condiciones climatológicas están relacionadas con la salud mental.