Hay frases que se instalan en la mente con una facilidad inquietante, y una de ellas sin duda es: “Ya es demasiado tarde para mí”; aparece cuando surge en nuestro interior el deseo de probar algo nuevo, de aprender una habilidad, de redirigir una vocación perdida o de retomar una pasión, y se disfraza de realismo, cuando en realidad es miedo. Sin embargo, decidir aprender en la etapa adulta puede ser una de las decisiones más poderosas, profundas y transformadoras que una persona puede tomar, y en este artículo te lo vamos a demostrar.
Aquí aprenderás que la idea de que hay una edad correcta para aprender y otra en la que “ya no toca” es errónea y limitante, ya que aprender cuando crees que ya es tarde no es sinónimo de llegar a destiempo, sino todo lo contrario: llegas con una nueva mentalidad justo a tiempo para redescubrirte.
El músculo que lo controla todo: el cerebro.
Si nos ponemos a pensar en todo este tema, descubriremos que uno de los mayores mitos en torno al aprendizaje en la edad adulta (y una de las afirmaciones más limitantes, en realidad) es que el cerebro “pierde capacidad” o “se cierra en banda” con los años, y es algo que debemos aclarar.
Es cierto que los procesos de aprendizaje pueden requerir más tiempo que en la infancia o la adolescencia, pero no es imposible; de hecho, la ciencia ha demostrado que el cerebro humano conserva su plasticidad a lo largo de toda la vida, lo cual quiere decir que todos podemos aprender a cualquier edad.
Esto ocurre gracias a la neuro plasticidad, que es la capacidad que tiene el sistema nervioso para reorganizarse, formar nuevas conexiones y adaptarse a los cambios. Esto significa que, incluso en etapas avanzadas de la vida, se pueden adquirir nuevos conocimientos, desarrollar habilidades y fortalecer funciones cognitivas como la memoria, la atención o la concentración, en otras palabras: podemos aprender cosas nuevas a cualquier edad, y además, nos viene bien.
El aprendizaje continuo contribuye, además, a reducir el riesgo de enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer, y a mejorar la agilidad mental.
Una fuente de motivación personal.
Aprender algo nuevo en la edad adulta no tiene por qué estar vinculado exclusivamente a una necesidad laboral o a un objetivo profesional: a menudo, las personas deciden formarse por deseo personal, por inquietud, por necesidad de cambio o por simple disfrute, y esa motivación interna es, precisamente, la más duradera y profunda.
Así es: volver a aprender nos conecta con la curiosidad, nos devuelve el entusiasmo, y nos recuerda que aún hay cosas que pueden sorprendernos, interesarnos y movernos por dentro: y todo esto tiene un efecto positivo directo sobre nuestro estado de ánimo y el bienestar emocional.
Y si buscamos testimonios, podemos afirmarlo: todos aquellos que se embarcan en procesos formativos más adelante en la vida suelen describirlo como una forma de reconectar consigo mismos, de volver a ilusionarse, de tener un espacio propio en el que crecer. Y en tiempos donde el estrés, la rutina y el cansancio emocional están tan presentes, eso es más que relevante: es necesario.
Aprender también transforma la identidad.
A menudo se cree que la identidad y personalidad de una persona está definida y fijada en la edad adulta, sin embargo, lo cierto es que la identidad es un aspecto del ser humano dinámico y cambiante. Somos, en gran parte, lo que decidimos hacer, aquello a lo que dedicamos nuestro tiempo, nuestra energía y nuestro interés.
Por esta razón, aprender algo nuevo supone una forma de ampliar los límites de quién creemos que somos. No importa si se trata de un curso de escritura creativa, de cocina, de astronomía o de tecnología: lo que realmente importa es que, al hacerlo, dejamos atrás etiquetas limitantes como “yo no sirvo para esto” o “eso no es para mí”, ya que el aprendizaje nos ayuda a reformular nuestra propia narrativa personal, descubrir talentos ocultos o desarrollar competencias que parecían ajenas.
Cada nuevo conocimiento adquirido es una afirmación silenciosa de que seguimos evolucionando, y que no estamos acabados, ya que aún nos queda mucho por descubrir.
Cosas que puedes aprender a cualquier edad (y por qué te harán bien).
A veces creemos que ciertas actividades están reservadas solo para quienes empiezan desde pequeños, pero la realidad es que aprender algo nuevo siempre es posible, incluso necesario.
¿Sabes que, por ejemplo, el ballet, ese deporte tan bonito que suele gustarle a muchas personas, se puede aprender a cualquier edad? Hay muchas creencias limitantes que reducen el aprendizaje de este bello deporte a la infancia: sin embargo, incluso una persona mayor puede aprenderlo.
Ya sea por salud mental, desarrollo personal o simple disfrute, nunca es tarde para empezar algo que nos haga sentir vivos, y si aún no te hemos convencido del todo, aquí tienes cinco cosas que puedes aprender a cualquier edad y que, además, vienen cargadas de beneficios:
- Tocar un instrumento musical.
No importa si siempre lo dejaste “para más adelante” o si nunca te atreviste por miedo a no tener oído: según la profesora de piano profesional Kristina Kryzanovskaya, aprender a tocar un instrumento musical tiene muchos beneficios para todos nosotros, tanto mentales, como físicos e incluso emocionales.
La música estimula áreas del cerebro relacionadas con la memoria, la coordinación y la concentración, y por ello es una forma muy completa de ejercitar la mente y liberar tensiones. Además, te permite expresarte sin necesidad de palabras, algo muy valioso cuando los días se hacen cuesta arriba.
- Aprender un nuevo idioma.
Aprender un idioma nuevo supone mucho más que memorizar vocabulario: es abrirse a una cultura distinta, romper barreras mentales y expandir tu forma de ver el mundo. A nivel cerebral, mejora la memoria, la agilidad mental y previene el deterioro cognitivo con los años, y a nivel emocional, nos ayuda a reforzar la autoestima, sobre todo cuando empiezas a entender frases, leer textos o mantener pequeñas conversaciones.
- Pintar o dibujar.
La pintura y el dibujo no están reservados a artistas o personas con talento “natural”; son herramientas de expresión que cualquier persona puede desarrollar a su ritmo. Pintar te ayuda a concentrarte, a relajar la mente y a conectar con lo que sientes. Además, mejora la coordinación, estimula la imaginación y ofrece una forma silenciosa y poderosa de decir lo que a veces no podemos expresar con palabras.
- Bailar.
Bailar es una de las formas más completas y accesibles de mover el cuerpo. No hace falta hacerlo perfecto, ni seguir una coreografía compleja; basta con dejarse llevar por la música y el ritmo. Al hacerlo, se activan músculos, se fortalece el corazón, se mejora el equilibrio y también se liberan endorfinas, esas sustancias que nos hacen sentir bien. Además, bailar en el fondo también es una forma de volver a jugar, y de conectar con el cuerpo de forma divertida y libre.
- Cocinar.
Más allá de seguir recetas, cocinar puede convertirse en una práctica que conecta cuerpo, mente y entorno, y además, mejora la alimentación y nos ayuda a tomar decisiones más saludables, explorar sabores nuevos y cuidarnos sin la necesidad de prisas ni complicaciones.
Nuevas relaciones, nuevas conexiones.
¿Sabías que aprender también abre puertas a nuevas relaciones personales? Ya sea a través de un curso presencial, un seminario online o una comunidad temática, el aprendizaje colectivo genera espacios donde compartir, intercambiar ideas y sentirse acompañado.
Muchas personas adultas defienden que encuentran en estos entornos amistades y vínculos que duran durante muchos años, y además les hacen sentirse más acompañados al compartir relación con otras personas que aprenden al mismo tiempo que ellos.
De este modo, podemos confirmar que, sin duda, el aprendizaje puede convertirse en una herramienta de gestión emocional muy poderosa ¡casi terapéutica! De hecho, en contextos de ansiedad, tristeza o agotamiento emocional, dedicar tiempo a una actividad nueva puede tener un efecto regulador y reparador.
Actividades como escribir, estudiar botánica, practicar fotografía o aprender un idioma ayudan a centrar la atención, a estimular la mente y a reducir pensamientos intrusivos; generan estados de flujo, es decir, momentos en los que se pierde la noción del tiempo y se experimenta una sensación de disfrute y concentración profunda.
Estos momentos, aunque parezcan pequeños, tienen un impacto real sobre el bienestar psicológico y contribuyen a construir una rutina más sana y más plena.
Así que ya sabes: Nunca es tarde.
Si te preocupa tu salud, ahora ya sabes que aprender tiene beneficios increíbles para ti.
Recuerda: es fácil caer en la trampa del tiempo, y pensar que los trenes pasan una sola vez, que hay edades para cada cosa, que las oportunidades tienen fecha de caducidad, pero hemos demostrado que la realidad es mucho más amplia, más flexible y más generosa.
Aprender no tiene edad: Solo requiere voluntad, curiosidad y un mínimo de confianza, y no importa si se empieza desde cero o si se retoma algo que quedó pendiente. Lo importante es el gesto: esa decisión silenciosa de seguir creciendo.
Porque el tiempo va a seguir pasando. Y en ese tiempo, siempre es posible reinventarse, ilusionarse y descubrir algo nuevo sobre el mundo y sobre uno mismo, así que no dejes que nada te detenga.