Durante años, hablar de construcción ha sido prácticamente sinónimo de hablar de impacto ambiental: los materiales que se usan para construir como el cemento, las cosas que se hacen como la deforestación, las emisiones, el consumo energético desmedido… Todo estaba relacionado con cosas malas para el planeta. ¿Lo bueno? Que por fin algo está cambiando, y esta vez para bien.
En este nuevo horizonte arquitectónico que vislumbramos, se abre paso una nueva corriente que busca proteger al medio ambiente: la arquitectura regenerativa. ¡Así es! Por fin podemos decir que tenemos buenas noticias para el medio ambiente en el entorno de la construcción, ya no es una utopía.
Es una realidad que ya está tomando forma y vamos a conocerla a continuación.
¿A qué hace referencia el término “arquitectura regenerativa” exactamente?
La palabra “regenerar” hace referencia a la recuperación, el renacer, y el hecho de volver a florecer, y ese es precisamente el corazón de esta filosofía arquitectónica: no basta con dañar menos, hay que mejorar lo que tocamos.
Los expertos en este tipo de arquitectura de Rizoma, comentan que toda esta corriente de pensamiento nació con la idea del biólogo y cientista holístico Daniel Whal, quien se centró en crear espacios que generan beneficios tanto para la naturaleza como para aquellos que la habitan.
Ya puedes imaginar una casa que purifica el aire, recoge agua de lluvia, devuelve nutrientes al suelo y se alimenta del sol ¡Es una realidad! O un edificio que favorece la biodiversidad y se adapta al clima sin necesidad de tecnologías agresivas. Esta es justamente la misión de la arquitectura regenerativa: una fusión real entre el hábitat humano y el natural.
Y es que, durante décadas, la arquitectura sostenible ha sido el objetivo, y para ello se han promovido materiales reciclados, aislamientos naturales, diseño pasivo, eficiencia energética… Pero incluso las construcciones más “verdes” muchas veces siguen funcionando dentro de una lógica de consumo. Reducen el impacto, sí, pero ¿lo revierten? Al final no se consigue todo lo que se debería, y por eso, la arquitectura regenerativa es mejor, porque da un paso más allá: transforma el entorno en lugar de degradarlo. Busca que cada intervención en el paisaje sea una mejora, no una pérdida, y con ello, lo enriquece todo.
Una nueva forma de mirar el diseño.
Uno de los pilares de esta corriente es la conexión profunda con el lugar.
¿Cómo se trabaja entonces? Pues siguen la visión de que, antes de levantar un solo muro, se estudian a fondo una serie de conceptos que se deben tener en cuenta: el terreno, el clima, la vegetación, los flujos de agua, la historia cultural del entorno, etc. Con esto, demuestran que el diseño es parte de integrar en lugar de imponer.
Por eso, los proyectos regenerativos son únicos, porque cada uno responde de forma específica a las necesidades del entorno y de quienes lo habitan. Podría incluso decirse que sus diseños son completamente personalizados ¡y no nos equivocaríamos!
¿Cómo usan los materiales?
El uso de materiales también da un giro completo, ya que más allá de usar materiales ecológicos o de bajo impacto sin más, se busca que éstos formen parte activa de un ciclo vital. Para ello, apuestan por materiales conseguidos en la zona, que apoyen la economía local, y que sean naturales, para que así puedan volver a integrarse en la tierra sin causar daño.
¿Algunos ejemplos? El adobe, la tierra compactada, el cáñamo, la madera certificada y las fibras vegetales, ya que son materiales que respiran, regulan la humedad y, sobre todo: no intoxican. Con este proceso se recuperan saberes ancestrales, técnicas olvidadas y tradiciones que fueron apartadas por la industrialización pero que hoy demuestran ser más sabias de lo que pensábamos.
¿Edificios que están vivos?
La arquitectura regenerativa concibe los edificios como organismos vivos en sí mismos: las casas recolectan agua, generan su propia energía, nutren el suelo, respiran con las estaciones… Todo en ellas está pensado para formar parte de un ecosistema funcional y saludable.
Los techos verdes, jardines verticales, sistemas de compostaje y ventilación cruzada natural son elementos que colaboran con el medio en lugar de interferir.
La importancia de la comunidad.
¿La regeneración es solo parte de un cambio de diseño y un mejor uso de los materiales? ¡Para nada! El factor humano es muy importante, ya que este tipo de arquitectura tiene una dimensión profundamente humana: busca fortalecer los lazos entre las personas y su entorno, promover la participación, crear espacios donde vivir sea pertenecer, no habitar sin más.
De hecho, muchos de estos proyectos provienen de procesos colaborativos, en los cuales los futuros habitantes participan en el diseño, la construcción y el cuidado posterior del lugar. Así se crea una comunidad, con una responsabilidad y concienciación ambiental conjunta que hace que todos seamos parte de un mismo proyecto ¡Un proyecto que ama la naturaleza y el medio ambiente!
Además, todo esto ayuda a que las personas se sientan incluso mejor consigo mismas ¿lo sabías? En Galicia, sin ir más lejos, existen las eco aldeas, que reviven pueblos abandonados con construcciones regenerativas, y no es el único sitio en el que están tomándose esto en serio: el estudio «sAtt Arquitectura» ha desarrollado viviendas cooperativas ecológicas en las que se aplican principios regenerativos. Otro ejemplo es “La casa de la Tierra”, en Navarra, que emplea materiales autóctonos y técnicas tradicionales para crear un espacio que devuelve al entorno más de lo que toma.
Como ves todo esto forma parte de un proyecto increíble que nos conecta con nuestra mejor faceta: la de amar al planeta, nuestro hogar.
Beneficios claros que tiene este tipo de arquitectura.
Podrás pensar que este concepto tiene beneficios claros: el de cuidar el medio ambiente ¿verdad? ¡Pero es que aún hay más! Este tipo de arquitectura ofrece una calidad de vida diferente, porque los espacios regenerativos suelen ser más saludables, más frescos en verano y cálidos en invierno, con menos ruido, más luz natural, y un aire interior más limpio.
Por supuesto (y es importante decirlo) también hay un efecto emocional: vivir en un espacio que cuidar, y que además está “vivo” genera bienestar en todos nosotros; de hecho, hay estudios que relacionan este tipo de entornos con menos estrés, más conexión emocional con el hogar y una mayor sensación de armonía.
¿Qué ocurre en la ciudad?
Aunque muchas veces el activismo medioambiental se asocia con zonas rurales o proyectos experimentales, la arquitectura regenerativa también tiene su lugar en las ciudades. De hecho, puede ser una herramienta muy potente para transformar espacios degradados, recuperar biodiversidad urbana y crear lugares más humanos.
¿Cómo se integra? Pues a través de zonas verdes en edificios públicos, patios comunitarios regenerados, fachadas vivas que actúan como filtros naturales ¡Y mucho más! Al fin y al cabo, cada pequeño gesto puede generar un cambio, y más aún cuando se integran de forma coherente ¡Pueden transformar barrios enteros!
Hablemos de rentabilidad.
¿Es más cara la arquitectura regenerativa? Así es, pero sólo a nivel económico: puede tener una inversión inicial un poco más alta, sobre todo por la atención al detalle y la personalización. Pero créeme, a medio y largo plazo, los beneficios económicos (y no solo ecológicos) son reales.
Menos gasto en calefacción o refrigeración, menos mantenimiento, más salud… y, sobre todo, una durabilidad superior, porque estos proyectos están pensados para integrarse, no para agotarse. Además, desde algunos estudios se defiende que la regeneración puede ser una gran oportunidad de innovación económica y social. Y eso no es todo: el cambio de mentalidad también es real, lo que la hace una opción aun más rentable.
Incorporar la arquitectura regenerativa y vivirla nos invita a dejar de vernos como dueños del espacio para vernos como parte de él, a entender, que cada acto de construcción puede ser un acto de amor hacia el planeta y no una agresión. Para colmo, hoy en día no paran de abrumarnos con noticias preocupantes por el cambio climático, así que todo suma: encontrar un espacio en el que podemos construir en condiciones mientras cuidamos al planeta es como encontrar un claro de luz entre nubes espesas: nos ayuda a tener esperanza.
Además, lo más bonito de esta corriente es que no se limita a «construir bonito», ya que se centra en crear una nueva historia acerca de cómo podemos habitar el mundo: cada colegio, casa, centro comunitario o espacio regenerativo es una semilla, y cuanto más se conozca esta filosofía, más raíces puede echar. Quizá no todas podamos construir una casa regenerativa mañana mismo, pero sí podemos abrirnos a esta forma de pensar y observar cómo se relaciona nuestro hogar con el entorno, apostar por pequeñas mejoras, apoyar proyectos que regeneran, aprender sobre materiales más vivos y en general, inspirarnos con estas cosas y cambiar nuestra mentalidad.
Lo bueno de todo esto es que, sin duda, por fin se está gestando un cambio profundo, con cada gesto y cada participación en la arquitectura regenerativa: ¡Por fin estamos mirando por el planeta! Y eso es un logro que todos merecemos celebrar y continuar con nuestras propias acciones cada día.